Transcribo algunas ideas de este ¡¡¡¡actorazo!!!!
…que me hizo soñar y llorar en mi adolescencia y que tantos años después me
encuentro con esta entrevista que por
suerte hoy, me hace reflexionar.
La mayoría de las personas con muchas décadas no cuentan su
propia síntesis, sino que primero juzgan a los que venimos detrás y luego dan
consejos, en la mayor parte no solicitados. ¡Que lastima! Nos perdemos su
verdadera riqueza que es la experiencia, y que si la compartieran nos
enriqueceríamos todos.
Que sean las ideas de Kirk Douglas -que hoy
va por los 95- un modelo para estimular a los que van atravesando las últimas
décadas a hacer su propia síntesis y ponerla a disposición de todos los que
queremos aprender de los que han vivido.
Así contestó, a los 84 años, Kirk Douglas el cuestionario que conforma
la excelente sección de la revista Esquire titulada:
“LO QUE SÉ”
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Kirk Douglas |
Mis hijos no tuvieron las ventajas que tuve yo en mi infancia:
cuando uno viene de la pobreza más abyecta, no hay otra dirección adonde ir
que no sea hacia arriba.
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Sé que
el amor es más hondo a medida que uno se hace más viejo.
Sé que
todo el mundo tiene ego.
Sé que,
por más que a los judíos nos enseñen a leer en hebreo, no entendemos un carajo
de lo que estamos leyendo. Cuanto más estudio la Torá menos religioso me
vuelvo, y más espiritual quizá. En el último Yom Kippur opté por la traducción
al inglés y descubrí que Dios no necesita que le cantemos alabanzas sino que
seamos mejores como personas.
Sé que
cada hijo es diferente y que hay que darles soga, siempre: no aconsejarlos
mucho y dejarlos cometer sus propios errores. Es como el pase inglés: uno tira
los dados y espera a ver qué pasa.
Sé que,
el que no quiere y no valora a sus padres, es un ser muy infeliz, y lo será
toda su vida, pobrecillo de él, no quisiera estar en su lugar. Como explicará a
sus hijos que no quiere a sus padres. Ellos devolverán de la misma manera. ¿Para
pensar no?
Sé que,
el respeto y el amor a los padres jamás se debe perder por ninguna razón; a
ellos les debemos todo, por más errores que hayan cometido, y hayan hecho lo
que hayan hecho, les debemos perdonar todo, no nos alcanza la vida para
pagarles, estamos vivos por ellos, y somos lo que somos por ellos, ¿se
entiende? Soy padre y tengo hijos.
Sé que,
a veces, lo que te compromete te libera. Yo no quería ser actor de cine. Mi
vida era el teatro y la primera vez que me llamaron de Hollywood rechacé el
ofrecimiento. Pero entonces nació Michael y hacía falta más dinero, y me vine
para acá.
Sé que
todo buen aprendizaje termina sólo cuando estás bien muerto.
Sé que,
si un hombre me diera a entender que nunca cometió un pecado en su vida, no me
interesaría en lo más mínimo hablar con él.
Sé que,
el que odia y critica a una persona por algún motivo, (no importa cual), solo
es porque no se aguanta ni él mismo, y es idéntico a la persona que critica,
por eso lo ataca, generando más odio interno a sí mismo. Penoso y lamentable.
Sé que
los musulmanes siguen a Mahoma; los cristianos a Jesús, y los
judíos a Moisés, pero es el mismo Dios, en mi opinión.
Sé que
hacer películas es una forma un poco cara de narcisismo.
Sé que
los hijos necesitan la misma cercanía física con el padre como con la madre.
Cuando beso a mis hijos, alguna gente me mira raro, pero no me importa porque
sé que no es una debilidad.
Sé que
“Atrapado sin Salida” fue una gran decepción en mi vida. Compré los derechos
para cine, pero nadie quería hacer una película con eso. Entonces pagué para
hacerlo en Broadway, pero tampoco. Había una línea en especial en el libro que
me parecía inigualable: cuando McMurphy trata de arrancar el lavatorio de la
pared delante de los demás internos y no puede. Y todos lo están mirando y él
gira hacia ellos y les grita: ‘¡Por lo menos traté!’. Hay días en que pienso
que ése debería ser mi epitafio.
Sé que
por algo es que la política se ha vuelto una mala palabra.
Sé que
hay cosas en la vida que uno nunca logra hacer como Dios manda. Jugar al golf,
por ejemplo.
He sobrevivido a la caída de un helicóptero, con cirugía
vertebral incluida, a un infarto que casi me lleva al suicidio, tengo un
marcapasos y problemas en el habla. ¿Y qué? Siempre me digo: la edad está en la
cabeza. Es el único antídoto que permite seguir funcionando.
Sé que
millones de personas murieron por motivos religiosos: algo anda mal ahí, ¿no?
Sé que
esto puede pasar: uno se muere, lo llevan frente al barbudo sentado en el
trono, uno pregunta si eso es el cielo y el barbudo responde: "¿El cielo? De
ahí acaba de venir, caballero".
Sé que
la única gente que puede destruir Israel son los judíos, porque su obstinación
alimenta la división. Como decía aquel chiste en que se encuentran el
presidente de los Estados Unidos y el de Israel y éste le dice: ‘Sé que ha de
ser difícil ser presidente de 250 millones de personas, pero ¿sabe lo que es
ser presidente de cinco millones de presidentes?’
Todo el mundo se la pasa hablando de los viejos
tiempos: que las películas eran mejores, que los actores eran superiores, que
la gente era más solidaria. Lo único que yo sé de los viejos tiempos es que ya
pasaron.
Sé que
pensar un poco en los demás es una manera de distraerse de uno mismo.
Creo que recién ahora empiezo a saber quién soy. Como si mis virtudes y mis
defectos hubiesen estado hirviendo en una olla todos estos años y con el hervor
se hubieran ido evaporando y convirtiéndose en humo, y lo que queda en el fondo
de la olla es mi esencia, y se parece inquietantemente a aquello con lo que
empecé al principio.
Eso es lo que sé.