Gracias a la ciencia y la gerontología, la esperanza de vida es cada vez mayor y esto nos lleva a reflexionar: ¿Cómo prepararnos para nuestro envejecimiento? ¿Cómo enfrentar la vejez de mis padres? ¿Cómo mejorar la calidad de vida? Muchos nuevos desafíos nos esperan y espero en este espacio poder ayudar a que todos tengamos un envejecimiento pleno y lleno de vida...
Tarde o temprano, llegará: ¡la batalla contra el tiempo, ya está perdida! Así que mejor preparémonos para disfrutar cada minuto...
Cariños,
Elia
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miércoles, 16 de abril de 2008

El Dilema del Espejo (1/2)

¡Ay, los espejos! si se rompen traen mala suerte; y si no… me reflejan.
Mi madre fue quien me introdujo en el mundo de los espejos. Mi casa era sencilla y tenía ambientes pequeños, de manera que ella, simplemente, los colocaba “para dar la impresión de amplitud y tener distintas perspectivas” –según decía–. “No soporto que la mirada quede detenida contra una pared; me gusta estar parada y ver que todo continúa, especialmente colocando espejos de manera estratégica”. Mientras, colocaba un espejo más. ¡Feng-shui a la criolla!
Será por eso que nunca pude prescindir de ellos; me siento perdida en un lugar que no los tenga. Son como una especie de ayuda-memoria. Puedo ver si terminé de arreglarme para salir, si es tiempo de ir a la peluquería, si refleja un dicroico que no funciona, lo que significa que tengo que llamar al electricista, veo el libro que dejé de leer... La verdad es que siempre fueron como amistosos y desinteresados ayudantes… Hasta que cumplí los cincuenta...
Y aunque siguiera el consejo de una amiga que dice que de aquí en más cumple “Sin Cuenta”, lo cierto es que las imagenes que me devuelven los espejos hoy, con razón o sin ella, ¡son deprimentes!

Es medio complicado transmitir lo que me pasa, aunque estoy segura que está del lado de la “mala onda”. Porque más seguido de lo que me gustaría, me veo: fea, con arrugas, con rollos, con manchas en la piel; de pronto me encuentro parecida a mi padre, lo cual, simplemente, no me agrada, porque me recuerda a la gente con muchos años que entra en una especie de rostro unisex, como perdiendo feminidad y... ¡No me gusta!
A la vez, siempre hay alguien que me quiere y me dice: –"No sos gorda, tenés buena piel... ¡Cómo puede ser que te sientas así!"
Sí, ya sé que no soy deforme, que mis arrugas no son tan terribles como para que los noticieros las comenten, y que claramente es un tema mío y conmigo; pero, la verdad, lo que veo, es que no estoy “guau”. Y es paradójico… ya que, ¿por qué habría de estar “guau”, si nunca estuve “guau”? En realidad, la nostalgia no es buena consejera.

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