Gracias a la ciencia y la gerontología, la esperanza de vida es cada vez mayor y esto nos lleva a reflexionar: ¿Cómo prepararnos para nuestro envejecimiento? ¿Cómo enfrentar la vejez de mis padres? ¿Cómo mejorar la calidad de vida? Muchos nuevos desafíos nos esperan y espero en este espacio poder ayudar a que todos tengamos un envejecimiento pleno y lleno de vida...
Tarde o temprano, llegará: ¡la batalla contra el tiempo, ya está perdida! Así que mejor preparémonos para disfrutar cada minuto...
Cariños,
Elia
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sábado, 23 de junio de 2012

Hilda Levy. La Jubilación me cambió la vida

¡¡¡Esta mujer escribe sobre cosas que nos pasan!!! Muy simple, aunque no siempre solemos encontrarlo. Estoy  a favor de escuchar experiencias de la gente, y luego tener la libertad de tomar lo que me interesa, y el resto dejarlo ir. Por eso transcribo  la entrevista de: LaCita, porque nada de lo que Hilda Levy menciona nos es ajeno, acordemos o no.

Hilda Levy trabajaba como psicóloga en una escuela de la localidad bonaerense de Lanús cuando al cumplir 50 años le llegó la propuesta de jubilarse porque ya tenía 25 años de aportes. “Era muy joven y pensaba qué iba a hacer. Yo viajaba todos los días desde Palermo. Era un sacrificio, sin embargo el día que me jubilé lloré muchísimo porque pensaba que me iba a cambiar la vida. Y efectivamente me cambio” recuerda al hablar con La Cita.

“De pronto tenía mucho más tiempo para mí. Lo primero que hice fue volver a las artes, ya que yo había estado en el “Bellas Artes”, pero lo tuve que dejar por el trabajo. Empecé a tomar clases de pintura y luego de escultura. También comencé a tomar clases de teatro, lo que me sirvió mucho con mis pacientes porque apliqué esas técnicas dramáticas en terapia”, sostiene.
Pero lo que realmente cambio su vida fue la publicación de “Mujeres de 50”, que escribió junto a Daniela Di Segni, que en pocas semanas fue records de ventas y que durante el primer año se reditó seis veces. “Siempre me gustó escribir, pero jamás pensé que iba a devenir en escritora. Cuando estaba en el secundario hacia un periódico escolar que se llamaba “El Machete”. Tuvo muchísimo éxito, pero yo tenía un perfil muy bajo, así que no se me ocurrió pensar que tenía habilidades de ese tipo”.

Después de que se jubiló, cuenta, había tomado la costumbre de escribirles a sus amigas. “En esa época escribía la poesía “Reflexiones de una cincuentona” y entregué una copia a cada una.
Un día me llego el poema pero decía que era de un autor anónimo. Desde entonces decidí seguir escribiendo, pero no entregar mas copias. Y todo lo que hacía lo iba guardando en un cajón”.

Al poco tiempo conoció a Daniela Di Segni, la co-autora de “Mujeres de 50” y se largaron a hacer un libro a cuatro manos, que finalmente fue editado por Sudamericana. “Y se convirtió en un bestseller y durante nueve meses permaneció entre los diez más vendidos. Yo no lo podía creer. Comenzaron a llamarnos de todos los canales, diarios, de radios, nos pedían notas. Y yo, que tenía mi autoestima por el suelo, poco a poco comencé a sentirme mejor, a sentir que lo que había hecho no estaba tan mal, que valía la pena. No es que me sintiera importante, pero sí me comencé a sentir alguien”.

“Esto me parece que es bueno decirlo porque hay mucha gente que se desvaloriza porque no sabe lo que tiene para dar. Yo uso una metáfora: Yo me sentía una semilla de maíz, chiquitita, fea si se quiere. Pero si vos la pones al fuego, esa semilla explota y se transforma en un pochoclo, grande, luminoso riquísimo, es como una flor que estalla. Bueno yo no me siento una flor que estalla, pero deje de ser semilla”, reflexiona.

Tras el Boom de “Mujeres de 50” siguió escribiendo, pero ya sola. A este titulo le siguieron “Suegras, nueras y cuñadas”, “No le pidas peras al olmo”, “Mujeres de 60”, “Quiero que me quieran” y el recién salido “¡Ay Dolores!”

¿Cómo definiría sus libros?
Mis libros son un diario de mi vida. “Mujeres de 50” nació cuando cumplí los 50.

“Suegras, nueras y cuñadas” cuando se casó mi hijo. “No le pidas peras al Olmo” cuando me di cuenta que a mi marido no lo iba a cambiar, “Mujeres de 60” cuando cumplí, los 60 y “¡Ay Dolores!”, después que una noche que bailando un twist me dañe los meniscos y estuve un año con dolor. O sea que cada cosa que me fue pasando fue un incentivo para escribir. La inspiración también me surge de las conversaciones con mis amigas y en algunas sesiones con mis pacientes y del espejo. Lo que yo escribo son cosas que suceden, y por eso la gente siente tan identificada. Los libros son como son mis terapias. Con mis pacientes tengo con cada uno una relación diferente en base a lo que yo sé que el otro espera, y por eso logro cambios muy importantes, porque me anticipo a lo que está pensando, no porque sea adivina, sino porque presto mucha atención, por ejemplo, al lenguaje corporal porque hay veces que las personas te dicen una cosa con las palabras pero expresan otra con el cuerpo.
¿Diría que son libros terapéuticos?
Mejoro digo que todos mis libros dejan un aprendizaje, hablan de situaciones comunes que muchos pasamos y de cómo hacer para salirse de eso.

¿Qué aprendizaje deja “Mujeres de 60”, el libro sobre el que se inspiró la obra que está en cartel de Liliana Pécora?
Pone en limpio muchas cosas que les pasan a las mujeres de esa edad. En principio no toleran con facilidad el advenimiento de la vejez y siempre están cuidándose. Pero cuando uno ya es grande, no solo quiere verse lo mejor posible, sino que también cuida la salud. Los 60 son la edad en la que comienzan las idas y vueltas al médico. Es una edad bisagra porque se es joven para muchas satisfacciones pero ya no se tiene la energía para tantas obligaciones. Por ejemplo, si se tiene el don de tener a los padres grandes, hay que ocuparse y esto requiere mucho esfuerzo. Y no está bien visto quejarse, como tampoco se ve bien si uno se queja por tener que cuidar a los nietos. También les sucede que muchas de ellas forman parte de una generación en la que los hombres salían a trabajar y ellas pasaban el día solas. Pero ahora, que sus maridos se jubilaron los tienen todo el día en la casa fiscalizando todo lo que hacen y muchas se sienten agobiadas.

¿Y cuál es su propuesta?
La queja solo sirve para quejarse. Lo que yo planteo es que hay que poner límites. Lógicamente si un hijo está enfermo, uno lo va a cuidar y a sus nietos. Pero si el hijo te pide que te ocupes de todo porque quiere hacerse un viajecito, o porque quiere ir a jugar al football, hay que poner límites en la medida que uno lo sienta. En relación a los padres también hay que poner algún límite. Yo tengo una pequeña anécdota personal que ilustra muy bien lo que se le exige a la mujer como hija. Mi mamá afortunadamente murió grande, bien, sana y alegre. Pero ella quería que fuera todos los días a verla. Un día que llovía, yo tenia una gripe tremenda, recién volvía del trabajo y me llamó a ver si la iba a ir a visitar. Tanto me insistió que fui. Cuando llegue le pregunté porque no había llamado a mi hermano y ella me respondió: “porque está lloviendo, pobre”.

domingo, 17 de junio de 2012

Día del Padre

Recibi este mail encantador de un viejo compañero de la escuela secundaria y lo comparto saludando a todos los Padres en su dia.
Gracias Eduardo!

Queridos todos: se viene el Día del Padre y es inevitable una recordación para quienes no lo tenemos...
Hay Padres especiales, algunos standard y varios -conozco- lamentables, pero se trata de los Padres...
Así, se conmueven los hijos, los que somos Padres, los que los tuvimos y ya no están, los que somos abuelos y vemos la estela marcada, las mujeres que tienen uno a su lado, y -¿por que no?- quienes algún día lo serán...

Les mando en adjunto una foto de mi hijo Bernardo junto a mi nieto Manuel. Ella prueba cuánto podemos los Papás en la crianza y la educación de los niños, y cómo nuestros hijos de alguna forma, admirando a Papá, desean emularlo...

Aquí, Manu -que es zurdo- toma la guitarra tal cual su Padre, e inclusive fue a buscar su banquito para imitar la pose, mientras el Viejo preparaba una clase... Maravillas -pequeñas pero inmensas- de esta vida.

Les mando a todos una abrazo sin restricciones.
Eduardo

Steve Jobs, su legado


Steve Jobs, tecnológicamente hablando, cambió el rumbo de la Humanidad. Murió a los 56 años. Él nos facilito el manejo de Internet, del que nadie debiera quedar afuera, tenga las décadas que tenga, con más o menos recursos. Es una de las claves para vivir una longevidad plena. Por lo tanto no podemos ignorar a quien nos facilitó buena parte de las herramientas para transitar este nuevo y maravilloso camino. 

Transcribo su Legado, tomado de la Biografía de Walter Isaacson: 

Mi pasión siempre ha sido la de construir una Compañía duradera en la que la gente se sienta motivada para crear grandes productos. Todo lo demás era secundario. Obviamente, era fantástico obtener beneficios, porque eso es lo que te permite crear grandes productos. Pero la motivación eran los propios productos, no los beneficios. Sculley les dio la vuelta a esas prioridades y convirtió el dinero en la meta. Es una diferencia sutil, pero acaba afectando a todos los campos, la gente a la que contratas, quién recibe ascensos, qué se discute en las reuniones.

Algunas personas proponen: ‘Dales a los clientes lo que quieren’, pero esa no es mi postura. Nuestro trabajo consiste en averiguar que van a querer antes de que lo sepan. Creo que fue Henry Ford quien dijo una vez: ‘Si les hubiera preguntado a mis clientes qué querían, me habrían contestado: ‘¡Un caballo más rápido!’ La gente no sabe lo que quiere hasta que se lo enseñan. Por eso nunca me he basado en las investigaciones de mercado. Nuestra tarea estriba en leer las páginas que todavía no se han escrito. 

Edwin Land de Polaroid, hablaba acerca del cruce entres las humanidades y la ciencia. Me gusta esa intersección. Hay algo mágico en ese lugar. Hay mucha gente innovando, y esa no suele ser la característica principal de mi línea de trabajo. El motivo por el que Apple cuenta con la aceptación de la gente es que existe una corriente profunda de humanidad en nuestra innovación. Creo que los grandes artistas y los grandes ingenieros se parecen, porque ambos sienten el deseo de expresarse. De hecho, algunas de las mejores personas que trabajaron en el Mac original eran también poetas y músicos. En los años setenta, los ordenadores se convirtieron en una herramienta para que la gente pudiera expresar su creatividad. A los grandes artistas como Leonardo da Vinci y Miguel Ángel también se les daba muy bien la ciencia. Miguel Ángel sabía mucho acerca de la extracción de las piedras en las canteras, y no solo sobre cómo ser escultor.

La gente nos paga para que les ofrezcamos soluciones integradas, porque ellos no tienen tiempo para pensar en estas cosas constantemente. Si sientes una pasión extrema por la creación de grandes productos, eso te lleva a ser integrado, a conectar el hardware con el software y la gestión de contenidos. Quieres abrir un nuevo terreno, así que tienes que hacerlo por tu cuenta. Si quieres que tus productos queden abiertos para utilizarse con otro hardware o software, entonces tienes que renunciar a una parte de tu visión.

En diferentes momentos del pasado hubo compañías  que representaban a todo Silicon Valley. Durante mucho tiempo se trató de Hewlett-Packard. Después en la época de los semiconductores, fueron Fairchild e Intel. Creo que Apple lo fue durante un tiempo y luego se desvaneció. Y hoy en día creo que se trata de Apple y Google, con Apple algo por delante. Creo que Apple ha resistido el paso del tiempo. Lleva ya una temporada activa, pero todavía se encuentra a la vanguardia de todo lo que ocurre.

Resulta sencillo arrojarle piedras a Microsoft. Ellos han caído claramente desde su puesto de dominio. Se han convertido en algo casi irrelevante. Y aun así valoro lo que hicieron y lo duro que resultó. Se les daba bien el aspecto empresarial de las cosas. Nunca fueron tan ambiciosos en cuanto a sus productos como deberían haberlo sido.

A Bill Gates le gusta presentarse como un hombre de productos, pero en realidad  no lo es. Es un hombre de negocios. Vencer a otras empresas era más importante que crear grandes productos. Acabó siendo el hombre más rico que había, y si esa era su meta, entonces la alcanzó. Sin embargo ese nunca ha sido mi objetivo, y me pregunto, al fin y al cabo, si era el suyo. Lo admiro por la empresa que construyó, es impresionante, y disfruté del tiempo que trabajé con él. Es un hombre brillante y de hecho tiene un gran sentido del humor. Sin embargo, Microsoft nunca contó con las Humanidades y las artes liberales en su ADN. Incluso cuando vieron el Mac, no lograron copiarlo correctamente. No acabaron de comprenderlo del todo.

Tengo mi propia teoría acerca de por qué compañías como IBM o Microsoft entran en decadencia. Una empresa hace un gran trabajo innova y se convierte en un monopolio o en algo cercano a ello en un campo determinado, y entonces la calidad del producto se vuelve menos importante. La compañía empieza a valorar más a los grandes comerciales que tienen, porque ellos son los que pueden aumentar los beneficios, y no a los ingenieros y diseñadores de productos. Así pues, los agentes de ventas acaban dirigiendo la compañía. John Akers de IBM, era un vendedor fantástico, listo y elocuente, pero no sabía  absolutamente nada sobre los productos. Lo mismo ocurrió en Xerox. Cuando los chicos de ventas dirigen la compañía, la gente que trabaja  en los productos pierde importancia, y muchos de ellos sencillamente se marchan. Es lo que ocurrió en Apple  cuando entro Sculley, y eso fue culpa mía, y también ocurrió cuando Ballmer llegó al poder en Microsoft. Apple tuvo suerte y se recuperó, pero no creo que nada vaya a cambiar en Microsoft mientras Ballmer siga al frente. 

Odio que la gente se etiquete a sí misma como emprendedora, cuando en realidad lo que está intentando hacer  es crear una compañía para después venderla o salir a Bolsa para poder recoger los beneficios y dedicarse a otra cosa. No están dispuestos a llevar a cabo el trabajo necesario para construir una auténtica empresa, que es la tarea más dura en este campo. Así es como puedes hacer una contribución real y sumarte al legado de los que vinieron antes que tú. Así es como construyes una compañía que siga representando unos valores dentro de una o dos generaciones. Eso es lo que hicieron Walt Disney, Hewlett-Packard, y las personas que construyeron Intel. Crearon una compañía para que durase, y no solo para ganar dinero. Eso es lo que quiero que ocurra con Apple. 

No creo que haya sido desconsiderado con los demás, pero si algo es un asco, se lo digo a la gente en la cara. Mi trabajo consiste en ser sincero. Sé de lo que estoy hablando, y normalmente acabo teniendo la razón. Esa es la cultura que he tratado de crear. Somos brutalmente honestos los unos con los otros, y cualquiera puede decirme que creen que no cuento más que chorradas, y yo puedo decirles lo mismo. Hemos tenido algunas discusiones en las que nos hemos arrojado al cuello del otro, en que todos nos chillamos, y han sido algunos de los mejores momentos que he pasado. Me siento completamente a gusto al decir ‘Ron, esa tienda tiene un aspecto de mierda’ ante el resto de los presentes. O podría decir; ‘Dios mío, la hemos jodido bien con estos circuitos’ frente a la persona responsable. Ese es el precio que hay que pagar por entrar en el juego, tienes que ser capaz de ser sincero al ciento por ciento. Tal vez haya una alternativa mejor, como un club inglés de caballeros en el que todos llevemos corbata y hablemos una especie de lenguaje privado con aterciopeladas palabras en clave, pero yo no conozco esa alternativa, porque provengo de una familia de clase media californiana. 

En ocasiones he sido duro con otras personas, puede que más de lo necesario. Recuerdo que una vez, cuando Reed tenía seis años, en que yo llegue a casa después de haber despedido a alguien ese día y me imagine como seria para esa persona decirle a su familia y a su hijo pequeño que había perdido el trabajo. Era duro, pero alguien tenía que hacerlo. Decidí que mi trabajo siempre sería el de asegurarme de que el equipo era excelente, y si no yo no lo hacía, nadie más iba a encargarse de ello.

Siempre hay que seguir esforzándose por innovar. Dylan podía haber cantado canciones de protesta toda su vida, y probablemente habría ganado un montón de dinero, pero no lo hizo. Tenía que seguir adelante, y cuando se puso manos a la obra, al pasarse a los instrumentos eléctricos en 1965, se encontró con el rechazo de mucha gente. Su gira europea de 1966 fue la mejor de todas. Salía al escenario y tocaba unas cuantas canciones con su guitarra acústica, y el público lo adoraba. Entonces salía lo que paso a conocerse como The Band, y todos utilizaban instrumentos eléctricos, y el público a veces lo abucheaba. Una vez estaba a punto de cantar ‘Like a Rolling Stone’ y alguien de entre el público le grito ¡Judas!, y entonces Dylan le ordeno a su banda ‘Dadle caña’ y eso hicieron. Los Beatles eran iguales. No paraban de evolucionar, de moverse, de refinar su arte. Eso es lo que he intentado hacer siempre, mantenerme en movimiento. Al  contrario, como dice Dylan, si no estás ocupado naciendo, estás ocupado muriendo.

¿Qué me motivaba? Creo que la mayoría de las personas creativas quieren expresar su agradecimiento por ser capaces de aprovechar el trabajo que otros han llevado a cabo antes que ellos. Yo no inventé el lenguaje ni las matemáticas que utilizo. Produzco solo una pequeña parte de mis alimentos, y ninguna de mis prendas de ropa está hecha por mí. Todo lo que hago depende de otros miembros de nuestra especie y de los hombros a los que nos subimos. Y muchos de nosotros queremos contribuir con algo para devolverle el favor a nuestra especie y añadir algo nuevo al flujo de la humanidad. Es algo que tiene que ver con el intento de expresar una idea de la única forma en que muchos sabemos, porque no podemos escribir canciones como Bob Dylan u obras como Tom Stoppard. Tratamos de utilizar el talento que tenemos para expresar nuestros sentimientos más profundos, para mostrar nuestro aprecio por todas las aportaciones que vinieron antes que nosotros y para añadir algo a toda esa corriente. Eso es lo que me ha motivado.

Una tarde soleada en la que no se encontraba demasiado bien, Jobs estaba sentado en el jardín trasero de su casa y reflexionó  sobre la muerte. Habló acerca  de sus experiencias en la India de casi cuatro décadas atrás, su estudio del budismo y sus opiniones sobre la reencarnación y la trascendencia espiritual. “Creo en Dios aproximadamente en el 50%”, afirmó. Durante la mayor parte de mi vida he sentido que debía de haber algo más en nuestra existencia de lo que se aprecia a simple vista.

Reconoció que, a medida que se enfrentaba con la muerte, podía estar exagerando aquella posibilidad motivado por un deseo de creer en una vida más allá de ésta. ‘Me gusta pensar que hay algo de sabiduría y que simplemente desaparezca, así que quiero creer que hay algo que sobrevive, que a lo  mejor  tu conciencia resiste’.

Se quedo callado durante un buen rato. ‘Pero por otra parte, a lo mejor es como un botón de encendido y apagado... Añadió... ¡Clic! y ya no estás’.

Entonces hizo de nuevo una pausa y sonrió levemente, ‘A lo mejor por eso nunca me gustó poner botones de encendido y apagado en los aparatos de Apple’.


jueves, 7 de junio de 2012

Ray Bradbury, mi Homenaje


Gracias Bradbury, porque con tu genio, nos adelantaste el futuro que en parte ya llegó, y nos toma mejor parados.
Un agradecimiento especial, por “El vino del estío”...me estimuló a vivir la vida en forma más poética. 

Transcribo aquí parte del prólogo que Borges le escribió a su “Crónicas Marcianas”.
La energía de dos grandes, juntas!!!!!

Por su carácter de anticipación de un porvenir posible o probable, el Somnium Astronomicum prefigura, si no me equivoco, el nuevo género narrativo que los americanos del Norte denominan science-fiction o scientifiction y del que son admirable ejemplo estas Crónicas.

Su tema es la conquista y colonización del planeta. Esta ardua empresa de los hombres futuros parece destinada a la época, pero Ray Bradbury ha preferido (sin proponérselo, tal vez, y por secreta inspiración de su genio) un tono elegíaco. Los marcianos, que al principio del libro son espantosos, merecen su piedad cuando la aniquilación los alcanza. Vencen los hombres y el autor no se alegra de su victoria. Anuncia con tristeza y con desengaño la futura expansión del linaje humano sobre el planeta rojo -que su profecía nos revela como un desierto de vaga arena azul, con ruinas de ciudades ajedrezadas y ocasos amarillos y antiguos barcos para andar por la arena-.

Otros autores estampan una fecha venidera y no les creemos, porque sabemos que se trata de una convención literaria; Bradbury escribe 2004 y sentimos la gravitación, la fatiga, la vasta y vaga acumulación del pasado -el dark backward and abysm of Time del verso de Shakespeare-. Ya el Renacimiento observó, por boca de Giordano Bruno y de Bacon, que los verdaderos antiguos somos nosotros y no los hombres del Génesis o de Homero.

¿Qué ha hecho este hombre de Illinois me pregunto, al cerrar las páginas de su libro, para que episodios de la conquista de otro planeta me pueblen de terror y de soledad?

¿Cómo pueden tocarme estas fantasías, y de una manera tan íntima? Toda literatura (me atrevo a contestar) es simbólica; hay unas pocas experiencias fundamentales y es indiferente que un escritor, para transmitirlas, recurra a lo "fantástico" o a lo "real", a Macbeth o a RaskoInikov, a la invasión de Bélgica en agosto de 1914 o a una invasión de Marte. ¿Qué importa la novela, o novelería, de la science fiction? En este libro de apariencia fantasmagórica, Bradbury ha puesto sus largos domingos vacíos, su tedio americano, su soledad, como los puso Sinclair Lewis en Main Street.
Acaso La tercera expedición es la historia más alarmante de este volumen. Su horror (sospecho) es metafísico; la incertidumbre sobre la identidad de los huéspedes del capitán John Black insinúa incómodamente que tampoco sabemos quiénes somos ni cómo es, para Dios, nuestra cara. Quiero asimismo destacar el episodio titulado El marciano, que encierra una patética variación del mito de Proteo.
Hacia 1909 leí, con fascinada angustia, en el crepúsculo de una casa grande que ya no existe, Los primeros hombres en la Luna, de Wells. Por virtud de estas Crónicas de concepción y ejecución muy diversa, me ha sido dado revivir, en los últimos días del otoño de 1954, aquellos deleitables terrores.

RAY BRADBURY: Crónicas marcianas. Prólogo de J. L. B. Buenos Aires, Ediciones
Minotauro, 1955.