Gracias a la ciencia y la gerontología, la esperanza de vida es cada vez mayor y esto nos lleva a reflexionar: ¿Cómo prepararnos para nuestro envejecimiento? ¿Cómo enfrentar la vejez de mis padres? ¿Cómo mejorar la calidad de vida? Muchos nuevos desafíos nos esperan y espero en este espacio poder ayudar a que todos tengamos un envejecimiento pleno y lleno de vida...
Tarde o temprano, llegará: ¡la batalla contra el tiempo, ya está perdida! Así que mejor preparémonos para disfrutar cada minuto...
Cariños,
Elia
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jueves, 16 de junio de 2011

Hermana, esposa, madre, empresaria, amiga, sin celulitis…

El mismo día que leí el artículo que figura al pie en el Diario Pagina 12, tuve una consulta de una mujer de 40 años casada, con tres hijos, profesional en relación de dependencia. No paraba de llorar, porque “es mala madre, teme que el marido se canse de ella, y laboralmente no se siente capaz en su cargo. Lamenta no tener casi amigos. Su madre le preocupa porque enviudó hace dos años, y espera que los hijos se hagan cargo de su vida, física y emocionalmente.”

Veamos en términos horarios. Sale de la casa a las 8 hs. y regresa a las 20 hs., los niños son atendidos por una mucama con cama, maravillosa, pero que no le evita la culpa de no ocuparse durante el día y trata de hacerlo al llegar. Sexualmente dice que no es apasionada, y le parece terrible llevar una vida tan sedentaria, pero no tiene voluntad para hacer ejercicios. Y como si esto fuera poco ¡Consulta a la psicóloga!

Mafalda de Quino
¡Basta ya! Ni siquiera se ha dado cuenta qué es lo que tiene más allá de la depresión. ¡Por suerte! Porque quizás así empiece a repensar su vida. Es agobio; ¡qué más le falta para completar el día y sentir que no hace nada bien! Lo terrible de esta situación, es que es bastante más común de lo que pensamos. En determinado nivel socioeconómico, así se vive. Los hombres tienen un respiro a su culpa, porque no están del todo convencidos del rol paterno en el día a día con los niños.

Aquí no habría que eludir el tema de estas mujeres con muchas discusiones con la madre y o el padre que no quieren colaborar en la crianza de los chicos. “Yo ya crié los míos”, dicen las abuelas, huyendo despavoridas.


¿Cómo no morir en el intento? La única acción que se me ocurre es: ELEGIR, modificando viejas creencias a saber:
  • Una buena madre es aquella que le dedica tiempo completo a los hijos.
  • Mi madre va a estar dispuesta a cuidar de mis hijos cuando haga falta, así sea todos los días.
  • Si no trabajo no me realizo como mujer. 
Hay más creencias modificables, pero estas son imprescindibles. Los paradigmas son otros y tendremos que incorporarlos.
  • No necesariamente tendré hijos.
  • Veré de adaptar las necesidades horarias laborales a la crianza de mis hijos.
  • Encontraré la manera de ejercer mi vocación, pero no es mi prioridad.
  • Elijo formar una familia, con todos los riesgos que involucra; por ejemplo, que después de algunos años no funcione y tenga que desarmarla cuando ya es tarde para mi carrera laboral.
  • Mi prioridad es la pareja, porque me estabiliza y eso se irradia al resto de las áreas de mi vida.
Hay muchas más opciones; cada uno tendrá que elegir entre las suyas. Lo que no podemos es pensar con las viejas creencias, la realidad actual.

Reitero que tenemos que elegir, sabiendo que cada elección implica, por lo menos, una renuncia.

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