Gracias a la ciencia y la gerontología, la esperanza de vida es cada vez mayor y esto nos lleva a reflexionar: ¿Cómo prepararnos para nuestro envejecimiento? ¿Cómo enfrentar la vejez de mis padres? ¿Cómo mejorar la calidad de vida? Muchos nuevos desafíos nos esperan y espero en este espacio poder ayudar a que todos tengamos un envejecimiento pleno y lleno de vida...
Tarde o temprano, llegará: ¡la batalla contra el tiempo, ya está perdida! Así que mejor preparémonos para disfrutar cada minuto...
Cariños,
Elia
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sábado, 5 de noviembre de 2011

La Muerte de la Conversación

Acabo de leer en internet que a la entrada de algunos restaurantes europeos les decomisan a los clientes sus teléfonos celulares.

Según la nota, se trata de una corriente de personas que busca recobrar el placer de comer, beber y conversar sin que los ring tones interrumpan, ni los comensales den vueltas como gatos entre las mesas mientras hablan a gritos.

La noticia me produjo envidia y de la buena.

Personalmente, ya no recuerdo lo que es sostener una linda conversación de corrido, larga y profunda, tomando café o chocolate, sin que mi interlocutor me deje con la palabra en la boca, porque suena su celular.

En ocasiones es peor.

Hace poco estaba en una reunión de trabajo que simplemente se disolvió porque tres de las cinco personas que estábamos en la mesa empezaron a atender sus llamadas urgentes por celular. Era un caos indescriptible de conversaciones al mismo tiempo.

Gracias al celular, la conversación se está convirtiendo en un esbozo telegráfico que no llega a ningún lado.

El teléfono se ha convertido en un verdadero intruso.

Cada vez es peor.

Antes, la gente solía buscar un rincón para hablar.

Ahora se ha perdido el pudor.

Todo el mundo grita por su celu, desde el lugar mismo en que se encuentra.

No niego las virtudes de las TIC´s ni de la comunicación por celu. La velocidad, el don de la ubicuidad que produce y por supuesto, la integración que ha propiciado para muchos sectores antes al margen de la telefonía.

Pero me preocupa que mientras más nos comunicamos en la distancia, menos nos hablamos cuando estamos cerca.

Me impresiona la dependencia que tenemos del teléfono.

Preferimos perder el DNI que el móvil, pues con frecuencia, la tarjeta SIM funciona más que nuestra propia memoria.

El celular más que un instrumento, parece una extensión del cuerpo, y casi nadie puede resistir la sensación de abandono y soledad cuando pasan las horas y este no suena.

Por eso quizá algunos nunca lo apagan.

¡Ni en cine! He visto a más de uno contestar en voz baja para decir: "Estoy en cine, ahora te llamo".

Es algo que por más que intento, no puedo entender.

También puedo percibir la sensación de desamparo que se produce en muchas personas cuando las azafatas dicen en el avión que está a punto de despegar que es hora de apagar los celulares.

También he sido testigo de la inquietud que se desata cuando suena uno de los timbres más populares y todos en acto reflejo nos llevamos la mano al bolsillo o la cartera, buscando el propio aparatito...

Pero de todos, los Blackberry merecen capítulo aparte.Enajenados y autistas.
Así he visto a muchos de mis colegas, absortos en el chat de este nuevo invento.

La escena suele repetirse.

El Blackberry en el escritorio.

Un pitito que anuncia la llegada de un mensaje, y el personaje que tengo en frente se lanza sobre el teléfono como loco.

Casi nunca pueden abstenerse de contestar de inmediato.

Lo veo teclear un rato, masajear la bolita, y sonreír; luego mirarme y decir: "¿En qué íbamos?".

Pero ya la conversación se había ido a la mierd... No conozco a nadie que tenga Blackberry y no sea adicto a éste.

Alguien me decía que antes, en las mañanas al levantarse, su primer instinto era tomarse un buen café.

Ahora su primer acto cotidiano es tomar su aparato y responder al instante todos sus mensajes.

Es la tiranía de lo instantáneo, de lo simultáneo, de lo disperso, de la sobredosis de información y de la conexión con un mundo virtual que terminará acabando con el otrora delicioso placer de conversar con el otro, y frente a frente.

ANÓNIMO

Este artículo si bien tiene mucho de cierto, no termina de convencerme, porque esta exaltación de las conversaciones mano a mano, no me parecen tales, venimos de largos períodos de juzgar a la gente por falsa, porque dice una cosa por otra, porque exagera, porque seguimos conversando por inercia, pero muchas veces nos hemos distanciado muchísimo filosóficamente hablando inclusive desde el corazón.
 
Cada vez más pienso que los actos no son ni buenos ni malos, sino que somos responsables cada uno de cómo transitar esta querida vida. Quizás ha llegado el momento de cambios tan grandes, que incluya cambiar viejas relaciones. Si mi viejo amigo interrumpe la charla, tres veces para atender su Blackberry por adicción y no por emergencia, es una oportunidad para que yo empiece a conocer gente nueva, con valores semejantes que podamos compartir hoy.
 
Ser responsables, nos hace más queribles!! A quien quiera que le toque disfrutarlo.

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