
Él sigue las investigaciones que publica la New England Journal of Medicine y decidí compartir distintas opiniones del debate instalado al respecto.
LA ÚLTIMA PERSONA SANA
Hace ya casi veinte años leí un artículo del
doctor Clifton Meador en la prestigiosa revista New England Journal of Medicine sobre el tema que nos ocupa. Me pareció simpático –describe un caso
clínico imaginario- pero bastante exagerado. Pues bien, al releerlo estos
días observé que bien podría ser la historia de cualquiera de nosotros en el
tercer milenio; casi diría que es la rutina.
![]() Recuerdo de mis épocas lejanas del internado, que teníamos al frente a un enfermo muy afectado por una artritis reumatoidea. El paciente fue cuidadosamente examinado por uno de aquellos verdaderos profesores de la época, clínicos con una erudición de conocimientos médicos realmente increíble y vocación de transmitir sus conocimientos a sus alumnos. Al terminar su disertación, alguien le preguntó: “Profesor, ¿y cómo lo tratamos? Este lo miró escéptico y le dijo: denle un poco de aspirina”. Casi medio siglo más tarde, ese mismo paciente sería estudiado con un panel de anticuerpos muy completo, tendría un diagnóstico diferencial mucho más basado en los exámenes paraclínicos, y sería bombardeado con una serie de tratamientos (costosos, eso sí) que en un porcentaje importante de pacientes, logre mejorías milagrosas. Pues bien, aunque hace muchos años dejamos de ser sanos, sí hemos logrado enderezar las cargas gracias a una serie de medicamentos revolucionarios que nos han alargado la vida, así que nos convertimos en enfermos compensados. ![]() La salud no significa simplemente ausencia de afecciones o enfermedades sino que constituye el completo estado de bienestar físico, psíquico y social. Pero ¿pueden las naciones financiar todo esto? La sociedad sufrida de las clases populares se ha convertido en una consciente de sus derechos, que apelará a los tribunales para recibir los últimos tratamientos, y los médicos estaremos de acuerdo con ello, porque por algo no somos economistas ni financieros. No sé ahora, pero los de antes quedamos irremediablemente impregnados del Juramento Hipocrático. Dice Carlos Gherardi en el diario argentino “El Clarín” que todos tenemos la experiencia cotidiana de los crecientes exámenes solicitados rutinariamente frente a una situación fisiológica como un embarazo, el acentuado requerimiento de mayores exámenes frente a un eventual esfuerzo físico en un niño en edad escolar o los estudios auxiliares cada vez más interminables que simplemente se efectúan ante el pedido de una persona en calidad de chequeo rutinario. Y en esta medicalización insoportable de la vida –continúa Gherardi- donde todos son algoritmos, estadísticas, puntajes predictivos de morbilidad y mortalidad y rutas críticas de prevención, diagnóstico y tratamiento, el concepto de “la última persona sana” no es lamentablemente una metáfora sino una dura advertencia a la sociedad de consumo que no será beneficiada ni será siquiera feliz cuando la salud se vende como un artículo más. ¿Es la salud un estado de completo de bienestar como la califica la OMS? ¿Es acaso la ausencia de enfermedad? O ¿más bien es una adaptación cambiante y variable, subjetiva hasta cierto punto? Resultaría más bien una situación de equilibrio constante entre el sujeto y el medio en la búsqueda constante de una relación armoniosa que, según sus resultados, en un caso entrará dentro de la normalidad y en otro dentro de lo patológico. Parece claro entonces que la salud es una cuestión más filosófica que científica. Alfredo Jácome Roca, MD Editor, Tensíómetro Virtual |
No hay comentarios:
Publicar un comentario