
Le agradezco a María Inés, que hoy me envío el siguiente e-mail con sus impresiones:
Hoy veía en el banco como un hijo de nuestra edad llevaba a la mamá a cobrar su jubilación. Entró y la traía casi tironeando de la mano; ella caminaba despacio y no lograba seguirle el ritmo a él. Ella se sentó rapidito y el hijo hizo la cola.
Cuando estaban saliendo la traía de la mano a igual velocidad, la sentó en una silla frente a una mesita y le empezó a decir al oído y en voz muy alta:
“Mamá acá te pongo los $1400 que cobraste, después lo vemos en casa”.
Ella dijo: “ ¿cómo tan poco? "
Él: No mamá éste es el aguinaldo; el mes que viene cobrás $2.200. ¡Dale vamos!
Ella: me falta el estuche de los anteojos...
Él: ¡Mamá, tanto problema por un estuche! Seguro lo dejaste en casa. Ella insistía que seguramente lo dejo en el mostrador del Banco.
Él, bufando fue a buscarlos y al volver le dijo: ¡Ves mamá como sos!
Ella: Te dije que sabía dónde los había dejado.
La ayudó a levantarse porque se le patinaba el taco del zapato tratando de salir de esas sillas de escritorio con rueditas, así que él le tomó el brazo del codo y la levantó, le saco la cartera, la que guardó bajo su brazo y haciendo caras se fue con su mamá... Cuando pasó y me miró lo único que atiné a decirle fue: “¡Y lo peor es que los queremos siempre hasta el final!!!!” Jajaja.
Vos dirás que soy una exagerada, pero no es fácil envejecer, menos en la ciudad. Ese señor maduro tirando a viejo, mañana va a ser un viejo, al que alguien acompañará a cobrar su jubilación... si es que ésta aún existe.
María Inés.
[Foto joiseyshowaa]
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