Gracias a la ciencia y la gerontología, la esperanza de vida es cada vez mayor y esto nos lleva a reflexionar: ¿Cómo prepararnos para nuestro envejecimiento? ¿Cómo enfrentar la vejez de mis padres? ¿Cómo mejorar la calidad de vida? Muchos nuevos desafíos nos esperan y espero en este espacio poder ayudar a que todos tengamos un envejecimiento pleno y lleno de vida...
Tarde o temprano, llegará: ¡la batalla contra el tiempo, ya está perdida! Así que mejor preparémonos para disfrutar cada minuto...
Cariños,
Elia
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lunes, 8 de junio de 2009

El paso del tiempo… ¿nos toca a todos?

Después de haber escrito acerca del envejecimiento de mi madre, de mi padre y de mi marido, no me quedó otro remedio que mirarme al espejo, y como dice el tango “había en mi frente tantos inviernos, que también ella tuvo piedad”.

El tiempo pasa para todos y aunque todavía no tengamos la lentitud de movimientos de un viejo, ese momento llegará. Sería bueno ir aprendiendo de ellos y conseguir la tolerancia necesaria hacia ellos ya que “hoy por ti y mañana por mí”. Al menos, no actuar con cierta crueldad nada más que para negar la angustia que me provoca el saber que un día estaré allí.
Le agradezco a María Inés, que hoy me envío el siguiente e-mail con sus impresiones:

Hoy veía en el banco como un hijo de nuestra edad llevaba a la mamá a cobrar su jubilación. Entró y la traía casi tironeando de la mano; ella caminaba despacio y no lograba seguirle el ritmo a él. Ella se sentó rapidito y el hijo hizo la cola.

Cuando estaban saliendo la traía de la mano a igual velocidad, la sentó en una silla frente a una mesita y le empezó a decir al oído y en voz muy alta:
“Mamá acá te pongo los $1400 que cobraste, después lo vemos en casa”.
Ella dijo: “ ¿cómo tan poco? "
Él: No mamá éste es el aguinaldo; el mes que viene cobrás $2.200. ¡Dale vamos!
Ella: me falta el estuche de los anteojos...
Él: ¡Mamá, tanto problema por un estuche! Seguro lo dejaste en casa. Ella insistía que seguramente lo dejo en el mostrador del Banco.
Él, bufando fue a buscarlos y al volver le dijo: ¡Ves mamá como sos!
Ella: Te dije que sabía dónde los había dejado.

La ayudó a levantarse porque se le patinaba el taco del zapato tratando de salir de esas sillas de escritorio con rueditas, así que él le tomó el brazo del codo y la levantó, le saco la cartera, la que guardó bajo su brazo y haciendo caras se fue con su mamá... Cuando pasó y me miró lo único que atiné a decirle fue: “¡Y lo peor es que los queremos siempre hasta el final!!!!” Jajaja.
Vos dirás que soy una exagerada, pero no es fácil envejecer, menos en la ciudad. Ese señor maduro tirando a viejo, mañana va a ser un viejo, al que alguien acompañará a cobrar su jubilación... si es que ésta aún existe.
María Inés.

[Foto joiseyshowaa]

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