
Cuando la veía le preguntaba si ya tenía resuelto el tema, y ella riendo decía: “¡pido y pido que me llamen desde arriba, pero parece que todavía no es momento!.”
Un día fue con un grupo a visitar un templo budista, y quedó fascinada con el ambiente, su quietud, la armonía, las reminiscencias de Japón, donde había visitado la Escuela Ikenobo. Lo cierto es que se mostró tan interesada, que el monje la invitó a participar de una charla a los pocos días.
Llamó a una amiga para que la acompañara, pero no podía, llamó a otra que tampoco se entusiasmó y a la que le dijo que iría sola.
Fue, y al rato de estar allí tuvo un ataque cerebral que le dio tiempo de dar el teléfono de su hermana para pedir ayuda. Entró en coma y murió a los tres días.
María Elena ¡Te nombro Maestra de la vida! Porque en tu diario vivir, pudiste incluir con tu preocupación y el deseo, la forma y el lugar de morir, que más te representaba.
Seguro que desde algún lugar te estarás riendo y diciéndonos: “¡vieron que lo logré, era lo que yo quería!”
¡Gracias por tu ejemplo!
[Foto zen-images]
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