Si no nos ocupamos de buscar paradigmas nuevos, en la transición podemos “morir en el intento”.
Pertenezco a la generación de nietos de inmigrantes que nos formaron en la idea de que las cosas se guardan, aunque no se usen. Ya llegará el momento…
Esta idea se fue armando en los padecimientos de la guerra, y de la pobreza que acompaña, y también por qué no, casi no había qué consumir, más allá de lo necesario. Si hasta los colores eran muchos menos.
Así es que con la mudanza pude reveer estos conceptos, simplemente completando la oración “Guardar… ¿para qué?”
Les cuento: aparecieron en un estante cientos de diapositivas que cuando me dispuse a armar el proyector para verlas, no andaba, y no conseguí quien lo reparara.
Encontré ropa que me llevó a recuperar viejas historias, pero podría renovar el modelo, pero ¿el tamaño? ¡imposible!.. ya no soy la que era.
Las grabaciones que encontré en los cassetes, allí quedarán ya que es muy caro y engorroso digitalizarlas.
Desde hace unos años he mandado digitalizar en DVD las viejas filmaciones familiares.
Ni qué hablar de los viejos diccionarios, libros de sinónimos, enciclopedias y demás bases de información, que se pueden encontrar mucho más actualizado en segunods por Internet.
Claro hay nostálgicos del libro-papel, como mis primos que viven en Suiza y resolvieron unificar la biblioteca para disponerla ambos. Como son miles de libros tuvieron que alquilar un salón el cual les cuesta una fortuna mantener y tienen que ir hasta allí cuando necesitan algo de manera imprevista.
Se imponen nuevas formas. Comencemos a mirar cada estante de nuestra casa, este es el momento presente, estemos allí. Pensemos quién podría estar disfrutando de ese objeto hoy y si es posible, llevémoslo hacia él.
El que lo recibe lo disfrutará hasta que le llegue el tiempo de la renovación y lo haga fluir a otro lugar.
¡Bienvenido el desapego!
(caricatura de McLarenX)
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