Gracias a la ciencia y la gerontología, la esperanza de vida es cada vez mayor y esto nos lleva a reflexionar: ¿Cómo prepararnos para nuestro envejecimiento? ¿Cómo enfrentar la vejez de mis padres? ¿Cómo mejorar la calidad de vida? Muchos nuevos desafíos nos esperan y espero en este espacio poder ayudar a que todos tengamos un envejecimiento pleno y lleno de vida...
Tarde o temprano, llegará: ¡la batalla contra el tiempo, ya está perdida! Así que mejor preparémonos para disfrutar cada minuto...
Cariños,
Elia
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jueves, 16 de octubre de 2008

Las abuelas son las de ahora

El siguiente articulo fue publicado por Noemí Ciollaro en el Diario Pagina 12 el 15/4/07.

El universo de la “abuelitud” (rima con juventud), o de la “abuelidad” (a muchas no les gusta, porque rima con ancianidad) es vasto y ancho como la vida. Aunque no todos así lo creen, empezando por los diccionarios que en ningún caso omiten la acepción “persona anciana”, cuando de abuela/o se trata, precedida generalmente por “cada uno de los progenitores del padre o de la madre”.

Algo más sofisticada, la Real Academia Española, en su versión 2001, añade: “En la lotería de cartones, Nº 90” (!!!); y más maravilloso aún, “cada uno de los mechoncitos que tienen las mujeres en la nuca, y que quedan sueltos cuando se atiranta el cabello hacia arriba”. Vale preguntarse cómo se llaman los mechoncitos sueltos de los hombres que usan cola de caballo, algunos de ellos, obsérvese, con los escasos pelos que les quedan en la nuca.

abuela Tanta estrechez y dislate para intentar definir qué es una abuela, o una nonna, o una bobe, o grossmutter (alemán); grande-mère (francés); grandmother (inglés); obaasan (japonés); paya (quechua); babcia (polaco); jarýi (guaraní); apachi (aymara), y bueno... podríamos continuar, pero no somos políglotas, es a puro diccionario nomás.

“Ah, de haber sabido me hubiera hecho llamar obaasan o paya”, comentó a Las12 Helena Sastin (54), divorciada, juvenil, alta y delgada, socióloga, con una nieta de tres años.

“Debo confesar que, en principio, la palabrita ‘abuela’ me cayó pesada. Fue cuando mi hijo y mi nuera me anunciaron ‘vas a ser abuela’, mientras entraban a mi casa blandiendo el resultado del análisis de embarazo como una pancarta. Yo no tenía idea, no hablaban de tener hijos, por el trabajo, el disfrute de la pareja, llevaban dos años casados. Realmente no sé qué cara habré puesto, porque por dentro sentí una especie de shock y a la vez me dio alegría. Es la palabra, ¿no?, que te digan así, ‘abuela’.”

Para María Adela Jasnis (58), bióloga dedicada a la investigación en el Instituto Roffo, dos hijos, divorciada, con pareja estable, convertirse en abuela de Lucas era algo muy deseado, su nieto le dice “Abu” y tiene dos años.

“Cuando me llamaron al celular para decirme que iba a ser abuela estaba en el laboratorio, y pegué un grito tan grande que vinieron corriendo a ver qué me había pasado. Era algo muy deseado para mí ser abuela, no le preguntaba a mi hijo ni a mi nuera, me parecía que era una cosa de la intimidad de ellos, pero tenía que morderme la lengua. Hacía años que no tenía una alegría tan grande como la de ese día. Me sentí abuela enseguida.”

A María Adela le gustaría tener también una nieta mujer, aunque cree que el hecho de ser madre de dos varones le facilita la relación con los hijos varones de sus amigas y con su propio nieto.

“Una nieta me encantaría, esto de poder disfrutar la abuelitud estando bien físicamente, en una edad en que una todavía una puede tirarse al piso, levantar peso, llevarlo a la plaza. No quisiera ser de esas abuelas sentadas en un sillón o que andan con bastón; ésta es una edad linda, disfrutás de los nietos y ellos te disfrutan. Yo creía que iba a trabajar más de abuela, aunque ejerzo mi profesión y hago otras actividades, pero me gustaría sentirme más necesaria, me encanta cuando me lo dejan a dormir porque es un tiempo de los dos solos en mi casa, no en la suya. Lo importante es la continuidad en el vínculo. Además es distinto ser abuela de parte del papá que de parte de la mamá, yo misma lo viví siendo mamá, cuando una necesita algo llama a su propia madre, a mí me pasaba.”

Mabel Burin, psicoanalista, especialista en estudios de género y salud mental, afirma, “parafraseando a Simone de Beauvoir, una no nace abuela, se hace. Para poder hacerse abuela creo que hay algo que corresponde a la historia individual de cada mujer, a cómo ha construido su historia a lo largo de la vida, y también hay algo que tiene que ver con el colectivo de mujeres, las representaciones sociales y subjetivas acerca de quiénes somos siendo mujeres abuelas. Lo que tiene de especial –tanto en mi propia experiencia como por lo que estudio con otras mujeres abuelas– es que con la abuelidad aparece algo nuevo, distinto en la vida, podríamos caracterizarlo como una alteridad, como alguien radicalmente diferente de una misma, sea hijo de la hija o hijo del hijo, varón o nena, una ya no tiene tanto la ilusión, como con los propios hijos de que eran una extensión de una misma, lo que en el campo del estudio de la subjetividad desde la perspectiva psicoanalítica llamamos como un aspecto narcisista de una misma. Los nietos tienen algo de una misma y del propio hijo o hija, pero algo de otro que es alteridad, y una suele encontrar las marcas del otro en el propio nieto, los nietos revelan la marca del otro, por eso portan en sí esa alteridad que a veces es radicalmente diferente, y a veces es bastante diferente, pero siempre traen algo distinto. Como abuelas, el trabajo subjetivo es poder amar a alguien que tiene eso de diferente, no porque la única manera de amar sea el amor narcisista, pero sí porque desafía a nuestra subjetividad ver cuánto podemos amar a alguien que no sólo es diferente sino que está criado por otro diferente a nosotras”.

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