
También ocurría que cuando nos enterábamos que Baltazar ya no vendría, en realidad que no había venido nunca, procurábamos disimular ante los adultos, para no desilusionarlos ¡justamente! A mí me ocurrió una tercera posibilidad casi tan complicada como las anteriores.
Mi madre un día decidió que yo ya sabía el secreto y sin mediar ninguna circunstancia especial me dio los regalos el día anterior. ¡Cómo pudo desconocer los códigos! Yo prefería mil veces recibirlos al otro día, sobre mis zapatitos, no necesariamente con el pasto.
Hablando de pasto, hace poco me enteré algo para mí inédito. En España, no dejan pasto, lo que dejan es agua. Estuvimos discutiendo un rato cuál era más pertinente, pero no llegamos a un acuerdo.
Otra gran lección fue acerca de cuán incorruptible se puede llegar a ser. Lo intenté de todas las maneras con mi querido tío Anga, que trabajaba de sereno en una playa, por lo tanto Baltazar iba todos los años a descansar un rato con él y como si esto fuera poco, le preguntaba cómo estaba yo. Pero el tío le había dado su palabra, que no me llevaría de contrabando para verlo. Propuse muchas maneras de ir tratando de no comprometerlo, -"No se trata de compromiso"-, me dijo, -"Le dí mi palabra"-.
Todos lo vivimos con más o menos magia. Dejemos que esta noche fluya la energía del amor, y seguro nos dejará más ricos aunque no haya tantos regalitos.
[Foto] Nereski
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