
El artículo que publicó La Nación el 26 de Junio “
La meditación puede cambiar el cerebro”, que cuenta sobre las posibilidades de medir los excelentes resultados de esta
práctica milenaria, al menos en Oriente, me trajo a la memoria a un querido tío, ateo él, no sólo de Dioses sino que se negaba a creer en todo aquello que él personalmente no pudiera verificar. “Sólo creo en lo que veo”.

Este artículo lo hubiera dejado knock-out, y como sé que hay mucha gente como él perdiéndose muchas posibilidades de mejorar la calidad de vida, sugiero la lectura del artículo y disponerse a dicha práctica. Decir que no lo sé hacer o eso no es para mí, ya no cuenta. Hay muchas técnicas de
meditación, pero lo importante es comenzar con la de uno.

Simplemente sentarse en una silla cómoda con la columna recta, cerrar los ojos y comenzar a centrar toda la atención en la respiración. Eso evita que los pensamientos se instalen en nuestra mente y nos quiten la armonía que necesitamos experimentar por lo menos unos minutos al día, dejando nuestra mente en blanco.
Es una herramienta poderosa, simple y económica. Luego de hacerlo a nuestra manera, llegaremos, si nos interesa, a distintas técnicas, pero de lo que se trata esencialmente es experimentar paz interior todos los días.

El tío no lo hubiera experimentado, pero tenemos que ser flexibles para acompañar tantos años que nos tocan vivir.
Nota del diario La Nación pulsando
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