
Compré el repuesto siguiendo las instrucciones del vendedor, al que conozco hace algunos años y él mismo envió a un plomero a colocarla. Al terminar de hacerlo, a mí me pareció que no era el modelo apropiado y que quedaba floja, cuando se lo comenté, me dijo que ese era el juego que necesitaba para funcionar bien.
Segunda creencia: Los expertos saben.
Cuando al poco tiempo se volvió a romper, ya un poco más alterada con mi hijo, me molesté también con el vendedor y su empleado, de manera que esta vez, me ocupé yo -luego de hacer mediciones y dibujos- de comprar la tabla adecuada. Pero justo fue en el mes que parece que los plomeros toman vacaciones, de manera que el día que vino el cerrajero -desde ya por otro tema- relaciono al verlo que su amigo, quien había sido nuestro plomero de siempre, había muerto hacía unos meses repentinamente. Al comentar esto tristemente y tal vez en su memoria, me ofrece colocar la famosa tabla en ese momento. Luego de intentarlo varias veces, me dice: “No me va a creer, pero necesita conseguir una persona con mano chica”.
La verdad que era para no creerle; en un instante me imaginé lo bizarro de conseguir, ya no sólo un plomero, sino con mano chica, y sumado a que uno de mis lemas es “hacerla corta”, tímidamente le dije: “Yo tengo mano chica, ¿le parece que podré? Desde ya, podemos probar”.
No sé cómo, pero lo cierto es que a los pocos segundos yo estaba acostada a la izquierda del inodoro intentándolo, vestida “Divina” con bermudas de lino y camisa de seda, mientras el cerrajero, sentado sobre el bidet del otro lado, daba las instrucciones.
¡No sólo no podía hacerlo porque ni mi mano casi cabía, sino que quería terminar con esa imagen de Almodóvar y esa situación por demás grotesca!
Pero faltaba algo, en un movimiento inesperado de Pedro, se le abre el bidet y lo empapa, desde las partes pudientes hacia arriba; se pone de pie y mirándose preocupado me dice que ahora no se va a poder ir porque la gente va a decir que se hizo pis.
Yo no sabía si reír o llorar.
Tercera creencia: Hay que vivir de manera que los demás no digan…

El cuento termina cuando por suerte pasa mi hermano por casa, famoso por saber resolver todos los problemas de mantenimiento y después de dedicarle una hora al tema y resolverlo, sintetiza: “La próxima vez cambiá el inodoro, se ve que no fue hecho para cambios de tablas”.
Moraleja: Si no revemos nuestras creencias, es posible que tengamos problemas de relación con mucha gente.
[Fotos]
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1 comentario:
Tus notas, querida Elia, siempre son interesantes, pero la de hoy,me ha dado la cuota de humor del dia, me imagino, arrodillada al lado del inodoro, cambiando la tabla, no puedo dejar de reir,y eso es lo que me gusta de vos, todos los temas, hasta los mas duros, vos les encontras la parte risueña,eso es un don que poga gente tiene. un abrazo Susy
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