Ayer después de mucho tiempo, sin darme cuenta me encontré escuchando tangos, para mí son como un viaje a la infancia, a mi madre, a los tíos, a las fiestas familiares. ¡Me encantan, paso un momento muy agradable!
Y como tenía un rato me puse a lavar la larga pila de platos que se me había acumulado; a los del día anterior se le sumaban los del desayuno, y ya empezaban a asomar los del almuerzo.
Mi marido andaba cerca, pero no me dirigía a él, y de pronto me encontré diciendo como al aire: ¡Qué alegría! Estoy tan contenta de pasar este momento con mi madre… y más contenta todavía ¡porque estoy lavando los platos!
Él no podía creer lo que escuchaba, lentamente se acercó con un plato y cubiertos que acababa de usar, mientras me decía:
¡Fijate qué suerte! ¡Aquí te traigo más motivos de alegría!
Tentada de risa le expliqué que el encuentro con mi madre estaba referido al tango, y que haberme decidido a limpiar y no seguir postergando ese montón de mugre para la tarde, me hacía feliz.
Moraleja, cualquier persona puede encontrar tan sencillos motivos… ¿o no?
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