Gracias a la ciencia y la gerontología, la esperanza de vida es cada vez mayor y esto nos lleva a reflexionar: ¿Cómo prepararnos para nuestro envejecimiento? ¿Cómo enfrentar la vejez de mis padres? ¿Cómo mejorar la calidad de vida? Muchos nuevos desafíos nos esperan y espero en este espacio poder ayudar a que todos tengamos un envejecimiento pleno y lleno de vida...
Tarde o temprano, llegará: ¡la batalla contra el tiempo, ya está perdida! Así que mejor preparémonos para disfrutar cada minuto...
Cariños,
Elia
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sábado, 24 de enero de 2009

Guía para una buena longevidad – 1ra Parte

La ciencia médica nos ha hecho un gran regalo: viviremos muchos más años y para muchos esto significará llegar a ser longevos. Esto es una muy buena noticia pero tiene sus bemoles. En nuestra cultura Occidental nos sentimos obligados a lucir siempre jóvenes y bonitos. Durante bastante tiempo la mayoría de nosotros intentamos lograrlo con todas o muchas de las recetas que la publicidad nos sugiere – y presiona- para que probemos.
En el último Día de la Madre me dediqué a observar las publicidades. Las madres tenían no más de treinta años como si después de esa edad se las tragara la tierra. Por suerte mis hijos me hicieron un regalito pero el marketing apunta solo hasta esa década.
El tema es que en cuanto empezamos a mirar a nuestro alrededor, si es que preferimos no empezar por nosotros mismos, vemos muchísimas situaciones dramáticas, de las que no se habla, pero que se dan con frecuencia. Muchas de ellas nos hacen replantear la alegría de haber descubierto que la medicina nos ha regalado por lo menos dos décadas, y comenzamos a pensar si no será una condena.
Sin ir más lejos tengo una íntima amiga de 68 años que ya hace 2 años no reconoce a nadie a causa de su Alzheimer. Su madre de casi 100 años está en un geriátrico en estado vegetativo, mientras el marido tiene graves problemas de salud que lo tienen sumido en una depresión y casi no sale de la cama. Sus hijas viven una en el exterior y otra que está aquí a cargo de la situación. Menciono este ejemplo, porque no es demasiado excepcional, y cada vez será mucho más cotidiano.
Cuanto antes podamos conectar con esta realidad, podremos ir preparándonos y previendo al menos lo posible que colabore en aliviar el sufrimiento.
Es mucho lo que podemos hacer, pero es esforzado y no hay que prometer un jardín de rosas.
Veamos algunos temas donde podemos actuar antes que las cosas se pongan difíciles:

-Es muy importante el ejercicio físico en todas las décadas, de manera que no solo hay que promocionarlo siempre, sino ponerlo en práctica, porque si no lo hacemos serán nuestros hijos, sobrinos o quien se conmueva, los que padezcan por igual que nosotros.

-El sobrepeso del cual casi terminamos creyendo que se trata de una cuestión estética, y algunos gorditos se atreven y dicen: “Soy gorda, quiero que me acepten como soy.” Que los demás me acepten es una buena idea, pero poco tiene que ver con lo que significan diez kilos más para mis articulaciones, para mis movimientos, para mi columna, para mi postura, etc.

Cuidar la alimentación.

Pensemos que todas las partes de este cuerpo que nos sostiene tienen que durar mucho más, de manera que todo los alimentos grasos que comamos en exceso, es posible que se acumulen a lo largo y a lo ancho de nuestro sistema circulatorio, “Zona de peligro”, por ahí acechan los ACV (Accidentes cerebrovasculares) que si los sobrevivimos, suelen dejar secuelas importantes.

Aprendamos de todas las experiencias de los mayores que tenemos cerca, al menos para no repetir lo que nos cuesta más trabajo a nosotros como cuidadores de ellos.
Esto parece simple, al menos en mi caso vi como mi madre se reía de lo que el médico le indicó para sus manos con incipiente artrosis, tenía que sentarse a ver TV. Siempre con una pelotita de tenis en la mano y simplemente moverla. Diez años después, mi madre no podía sostener los cubiertos para comer y yo la tenía que asistir. En ese momento me dije “Esto a mí no me va a pasar”. Sin embargo la primer sorprendida fui yo cuando hace unos meses me caí andando en bicicleta. Fue un golpe fuerte y los dolores fueron pasando, pero me quedó una tendinitis en el hombro bastante molesta. ¿Porqué tuve esa conducta descuidada? Pues porque vengo con la inercia de muchos años donde las recuperaciones eran rápidas y ahora que tengo 60 mi organismo tarda mucho más en volver a estar bien y a veces quedan problemas crónicos.

La gente mayor habla bastante del pasado, quizás porque ve poca cosa interesante para el futuro. Recordar el pasado es bueno si nos sirve para incorporar las acciones pasadas y disfrutarlas en el presente. Pero si es para lamentarse a menudo, ni siquiera tenemos quien los escuche, y hacemos lo imposible por encontrar algún “escuchador”. Suelo escuchar como psicóloga que soy. Digo suelo porque a veces, especialmente con gente muy querida por mí, le digo “mira vine por media hora así que hablemos de cómo puedes mejorar de aquí en más, porque lo que pasó ya es historia y de nada sirve lamentarse”.

Desde ya que ser coherente y poner todo esto en práctica entre otros muchos condimentos requiere del Humor y sin él es casi imposible. Reírnos de nosotros mismos, nos alivia y nos relaja, permitiéndonos ser un buen modelo para los que todavía no han podido desarrollarlo.
Todos hemos sido protagonistas cuando niños de esas experiencias en las que el adulto que estaba con nosotros nos quería amordazar. Como ver a alguien en alguna caída, o cualquier situación imprevista y nosotros los más chicos tentarnos de risa, y ahí andábamos tratando de esconder nuestra tentación, pensando a la vez que no lo podíamos evitar pero que era de muy mal gusto.
Me llevó tiempo darme cuenta, que lo que ocurría, era que nos reíamos “de” la persona y no “con” la persona. De modo que ahora, cuando puedo comparto mi risa con el que sufre y eso lo alivia y distiende la situación. En mi generación, reír significaba, quitarle valor al suceso o minimizarlo, cuando en realidad lo que hacemos es intentar aceptar una situación difícil o dolorosa.
Otro de los temas pendientes después de tantas décadas vividas es reflexionar cada uno en cuanto al sentido de nuestra vida. Y creo que es inexcusable no hacerlo. ¿Qué sentido le damos a nuestra vida? ¿Es cierto como algunos dicen que todos tenemos una misión?
Yo no tengo dudas al respecto, sólo es cuestión de empezar a mirarnos un poco más allá de las actividades diarias que muchas veces nos apremian y estresan, pero por encima de todo cada uno de nosotros tiene una habilidad o buena disposición para alguna tarea, que muchas veces coincide con un objetivo vital o misión. Especialmente si podemos aliviar el sufrimiento, si sentimos compasión por el dolor ajeno, si después de realizar nuestra tarea hubo gente que también se benefició. Sepamos cuáles son nuestros valores propios y personales. No aquellos valores que nos impusieron sino a los que de todo corazón queremos adherir. A veces sucede con las religiones que de tanto dogma dejamos de ser verdaderamente responsables de elegir los valores esenciales para guiarnos en nuestro diario vivir.
Este nuevo milenio, nos trae la novedad de un cambio de paradigmas ya que muchos de los anteriores no funcionan más.
Hablaba hace poco con un joven de 28 años, que trataba de mediar en una situación conflictiva entre su abuela y su bisabuela. Ésta le da órdenes y la hija dice que está harta de eso. Estamos hablando de una mujer de 93 años discutiendo con la hija de 73. A todo esto, la nieta de 50 años o sea la madre del joven de 28, es tratada por las dos ancianas como si fuera una niña… Resulta difícil imaginar con qué autoridad crió esta nieta a sus seis hijos, el mayor de los cuales ya tiene 30 años. Bien, esto es Longevidad, cinco generaciones tratando de convivir con los viejos paradigmas donde la madre es la que tiene la autoridad. Pues bien, tenemos que encontrar otras maneras.

Se acuerdan, cuando la gente de sesenta decía ante los nuevos conocimientos o tecnologías “eso ya no es para mí”. Ahora ocurre con Internet, mucha gente ha decidido no aprender a utilizar Internet. ¿Cómo van a hacer para vivir los próximos 30 ó 40 años que les falta? Es una incógnita, porque hoy es común en determinados medios sociales, que los niños de tres años se manejen con la computadora con conocimientos básicos, de manera que se abrirá una brecha, casi insalvable, entre la mentalidad de este niño y la de sus abuelos.

Así que…¡ manos a la obra! Aún estamos a tiempo.

Elia Toppelberg

http://www.eliatoppelberg.com/

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