Muchas personas de más de 50 está desagradada con el nuevo rol de los abuelos, muchos encuentran cierta ingratitud de los hijos hacia ellos, en cuanto a los requerimientos de atención a los nietos...
Buenos y malos. Viejos y jóvenes. Generosos y egoistas. Polaridades que llegan a su fin en estos nuevos tiempos. Celebremos esta transición, porque es en la incertidumbre donde encontraremos los nuevo, lo fresco, lo creativo.
Lo viejo es lo que sabemos de memoria... Lo nuevo, está por construirse.
Tenemos un desafìo por delante. Aprender a convivir de una manera totalmente innovadora ¡Por suerte!
Los siguientes son fragmentos de una nota publicada en Página 12 el 13 de abril de 2007, titulada "Abuelas son las de ahora" de Noemí Ciollaro:
El universo de la “abuelitud” (rima con juventud), o de la “abuelidad” (a muchas no les gusta, porque rima con ancianidad) es vasto y ancho como la vida. Aunque no todos así lo creen, empezando por los diccionarios que en ningún caso omiten la acepción “persona anciana”, cuando de abuela/o se trata, precedida generalmente por “cada uno de los progenitores del padre o de la madre”.
(...) Tanta estrechez y dislate para intentar definir qué es una abuela, o una nonna, o una bobe, o grossmutter (alemán); grande-mère (francés); grandmother (inglés); obaasan (japonés); paya (quechua); babcia (polaco); jarýi (guaraní); apachi (aymara), y bueno... podríamos continuar, pero no somos políglotas, es a puro diccionario nomás.
“Ah, de haber sabido me hubiera hecho llamar obaasan o paya”, comentó a Las12 Helena Sastin (54), divorciada, juvenil, alta y delgada, socióloga, con una nieta de tres años.
“Debo confesar que, en principio, la palabrita ‘abuela’ me cayó pesada. Fue cuando mi hijo y mi nuera me anunciaron ‘vas a ser abuela’, mientras entraban a mi casa blandiendo el resultado del análisis de embarazo como una pancarta. Yo no tenía idea, no hablaban de tener hijos, por el trabajo, el disfrute de la pareja, llevaban dos años casados. Realmente no sé qué cara habré puesto, porque por dentro sentí una especie de shock y a la vez me dio alegría. Es la palabra, ¿no?, que te digan así, ‘abuela’.”
Para María Adela Jasnis (58), bióloga dedicada a la investigación en el Instituto Roffo, dos hijos, divorciada, con pareja estable, convertirse en abuela de Lucas era algo muy deseado, su nieto le dice “Abu” y tiene dos años.
“Cuando me llamaron al celular para decirme que iba a ser abuela estaba en el laboratorio, y pegué un grito tan grande que vinieron corriendo a ver qué me había pasado. Era algo muy deseado para mí ser abuela, no le preguntaba a mi hijo ni a mi nuera, me parecía que era una cosa de la intimidad de ellos, pero tenía que morderme la lengua. Hacía años que no tenía una alegría tan grande como la de ese día. Me sentí abuela enseguida.”
(...) “Una nieta me encantaría, esto de poder disfrutar la abuelitud estando bien físicamente, en una edad en que una todavía una puede tirarse al piso, levantar peso, llevarlo a la plaza. No quisiera ser de esas abuelas sentadas en un sillón o que andan con bastón; ésta es una edad linda, disfrutás de los nietos y ellos te disfrutan. Yo creía que iba a trabajar más de abuela, aunque ejerzo mi profesión y hago otras actividades, pero me gustaría sentirme más necesaria, me encanta cuando me lo dejan a dormir porque es un tiempo de los dos solos en mi casa, no en la suya. Lo importante es la continuidad en el vínculo. Además es distinto ser abuela de parte del papá que de parte de la mamá, yo misma lo viví siendo mamá, cuando una necesita algo llama a su propia madre, a mí me pasaba.”
Mabel Burin, psicoanalista, especialista en estudios de género y salud mental, afirma, “parafraseando a Simone de Beauvoir, una no nace abuela, se hace. Para poder hacerse abuela creo que hay algo que corresponde a la historia individual de cada mujer, a cómo ha construido su historia a lo largo de la vida, y también hay algo que tiene que ver con el colectivo de mujeres, las representaciones sociales y subjetivas acerca de quiénes somos siendo mujeres abuelas. Lo que tiene de especial –tanto en mi propia experiencia como por lo que estudio con otras mujeres abuelas– es que con la abuelidad aparece algo nuevo, distinto en la vida, podríamos caracterizarlo como una alteridad, como alguien radicalmente diferente de una misma, sea hijo de la hija o hijo del hijo, varón o nena, una ya no tiene tanto la ilusión, como con los propios hijos de que eran una extensión de una misma, lo que en el campo del estudio de la subjetividad desde la perspectiva psicoanalítica llamamos como un aspecto narcisista de una misma. Los nietos tienen algo de una misma y del propio hijo o hija, pero algo de otro que es alteridad, y una suele encontrar las marcas del otro en el propio nieto, los nietos revelan la marca del otro, por eso portan en sí esa alteridad que a veces es radicalmente diferente, y a veces es bastante diferente, pero siempre traen algo distinto. Como abuelas, el trabajo subjetivo es poder amar a alguien que tiene eso de diferente, no porque la única manera de amar sea el amor narcisista, pero sí porque desafía a nuestra subjetividad ver cuánto podemos amar a alguien que no sólo es diferente sino que está criado por otro diferente a nosotras”.
¡Abuelita, qué mala onda tienes!
Nueras y yernos son un tema reiterativo a la hora de hablar de los nietos, aunque hijas e hijos también llevan su parte.
Ana María Luzzani (65), ama de casa, viuda, dedica la mayor parte de su tiempo al yoga, la vitrofusión y las salidas con amistades. “Yo tengo cinco hijos y seis nietos, todos divinos, varones y mujeres, los adoro, pero a veces no tengo ganas de atenderlos, de que me los dejen para que los cuide, de postergar mis cosas porque sus padres tienen que hacer las de ellos. Yo ya fui madre de sobra, nunca trabajé fuera de mi casa, con tantos chicos no era posible y además no hacía falta, mi marido era empresario, teníamos un buen pasar. Enviudé hace cinco años, primero fue un golpe espantoso, la mayoría de mis hijos estaban casados o por casarse, me quedé completamente sola y tuve que armarme una vida nueva. Lloré mucho, mucho, se me había vaciado el nido y había perdido a mi esposo. ¿Qué hacer con mi vida? No era ni joven, ni vieja, porque hoy a los 60 no sos vieja, aunque lo que ven los demás es distinto de lo que una siente. Y sí: ‘Vieja, ¿te quedás con los chicos que tenemos una fiesta?’, o ‘Mami, ¿no vas a buscar a Malenita al jardín?’, y terminás peor que una ambulancia, no tenés día, ni horarios, te avasallan. Y encima están los desacuerdos de nueras y yernos acerca de lo que hacés con tus nietos. Me cansé, ahora soy yo la que propone cuando quiero traerme a mis nietos, y un día por semana vienen todos a comer y a pasar la tarde.”
(...) Mabel Burin cree que hay tres tipos de abuelas, especialmente en mujeres urbanas, y las define como “tradicionales”, “innovadoras” y “transicionales”.
“No todas las abuelas acusan el impacto de la misma manera; algunas sí se sienten profundamente conmovidas, absorbidas por la abuelidad. Otras piden cierta distancia, y puede ser que a otras les resulte bastante indiferente. Eso depende en parte de la historia subjetiva de cada mujer y de su posición en el género femenino; quienes tienen posiciones más tradicionales se sentirán muy comprometidas y harán una abuelidad muy de presencia física, de poner el cuerpo y darle mucho tiempo a la criatura. Otras son muy innovadoras, tienen un contacto relativo con la criatura, la quieren a la distancia, a veces viven lejos, o en otro país, y sienten de otra manera, están presentes de otra forma, generan un tipo de abuelidad innovadora, que no es poniéndoles el cuerpo y el tiempo. Y están las transicionales, probablemente la mayoría, que tienen algunos rasgos de la tradicional y otros de la innovadora. Son mujeres de entre 50 y 60 años, que están en un período que hoy se considera como jóvenes. La representación que tenemos de las abuelas de otras épocas, la viejecita recluida en la casa esperando a los nietos, hoy quizá corresponde a las bisabuelas.”
El Ultimo DIU
Delfina E. (49) es profesora de gimnasia, casada, estilo vamp, verborrágica, fue abuela de mellizos hace un año, y les enseña a sus nietos que la llamen “Delfi”. “Si tengo que ser sincera, para mí fue muy duro; cuando me lo dijo mi hija, al mes de estar embarazada, quedé muda, cataléptica. Por una semana no me hablaron ni ella, ni mi yerno. Es mi única hija, la tuve muy joven, a los 19, antes de casarme. Bueno, qué sé yo, no pensaba ser abuela tan joven, la palabra abuela no me gusta, si decís ‘soy abuela’ te pasan a valores. Quiero mucho a los mellizos, son divinos, juego con ellos. Pero creo que todavía no reacciono del todo. Estoy en plena menopausia, el otro día me saqué el último DIU, mi marido ni lo sabe, lo hice por indicación de la ginecóloga, pero no le conté nada a nadie, no pude, lloré mucho. Casi me muero cuando nacieron, fueron a incubadoras, porque eran mellizos, y la nurse me dijo: ‘Pase la abuelita’. Claro, no me veía, me habían puesto máscara, bata, gorro, pero igual, qué desubicada, ‘la abuelita’, así, en diminutivo. Me da como culpa lo que siento, es muy raro; amigas mías que todavía tienen hijos adolescentes o solteros me miran casi con pena. Creo que soy inmadura, pero no soportaría que me digan abuela. Y encima en diciembre cumplo 50. ¿Parezco una abuela? Mi marido está feliz con los mellizos, nosotros no tuvimos hijos, será por eso. Yo no tenía ganas de empezar de nuevo con todo y él lo aceptó. A los mellizos les cambio los pañales, les doy la mamadera. Los veo una vez por semana, mi hija dice que no pongo onda, pero trabajo, voy al club, salimos mucho con amigos. No hace falta que pongas mi apellido, ¿no?”
Nonna, ¿qué hacés?
Sue Johanson, enfermera canadiense, jubilada y con varios nietos, conduce un programa de TV en Estados Unidos donde recibe miles de consultas sobre temas sexuales. Siempre siguió de cerca la educación de sus hijos y descubrió que la escuela no trataba bien la sexualidad en la adolescencia; su primera iniciativa fue crear una clínica de control de la natalidad pionera en su país.
En 1984, una radio canadiense le ofreció un espacio de dos horas destinado a educación sexual, que rápidamente se convirtió en un éxito. El año siguiente fue llevado a la TV por la cadena de cable Oxygen. Su popularidad cruzó fronteras y a Sue también se la ve en Brasil y Polonia.
A contramano de lo que sucede en Estados Unidos y América latina, en Europa son cada vez más requeridas las modelos de entre 60 y 90 años, lo que provocó espacios de apertura laboral para mujeres que creían cerrado ese circuito.
Sylvie Fabrégon creó en París una agencia de maniquíes mayores de 60 años que dispone de más de 600 postulantes.
De allí emergió, a los 74 años, Françoise de Stäel, abuela y modelo, desfila para el estilista John Galliano y su imagen aparece en paneles publicitarios del Metro parisino, destacando las virtudes de un agua mineral. Canas, arrugas y vitalidad en la mirada y en la sonrisa muestran una etapa de la vida que hasta ahora no figuraba para los publicistas.
En 2005, Irene Sinclair se convirtió a los 96 años en el nuevo rostro del jabón Dove (Unilever) en Londres, Nueva York y París.
Laboratorios de belleza, diseñadores y estilistas europeos decidieron saltar el tabú y celebrar abiertamente las huellas del paso de los años. El modisto español Adolfo Domínguez fue uno de los precursores y advirtió que “el período de vida se ha prolongado y la sociedad está cambiando, los mayores necesitan, como todos, verse reflejados en diversos ámbitos”. ¡Vamos las nonnas, todavía!
El Boom de la Longevidad significa 20 ó 30 años más de vida para todos nosotros. En este Blog hablo del envejecimiento propio, de nuestra pareja y de nuestros padres. De los baby boomers, gerontología, Alzheimer, cuidadores y mucho más. Elia Toppelberg
Gracias a la ciencia y la gerontología, la esperanza de vida es cada vez mayor y esto nos lleva a reflexionar: ¿Cómo prepararnos para nuestro envejecimiento? ¿Cómo enfrentar la vejez de mis padres? ¿Cómo mejorar la calidad de vida? Muchos nuevos desafíos nos esperan y espero en este espacio poder ayudar a que todos tengamos un envejecimiento pleno y lleno de vida...
Tarde o temprano, llegará: ¡la batalla contra el tiempo, ya está perdida! Así que mejor preparémonos para disfrutar cada minuto...
Cariños,
Elia
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ENVIAME TUS PREGUNTAS
eliatoppelberg@gmail.com
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