Gracias a la ciencia y la gerontología, la esperanza de vida es cada vez mayor y esto nos lleva a reflexionar: ¿Cómo prepararnos para nuestro envejecimiento? ¿Cómo enfrentar la vejez de mis padres? ¿Cómo mejorar la calidad de vida? Muchos nuevos desafíos nos esperan y espero en este espacio poder ayudar a que todos tengamos un envejecimiento pleno y lleno de vida...
Tarde o temprano, llegará: ¡la batalla contra el tiempo, ya está perdida! Así que mejor preparémonos para disfrutar cada minuto...
Cariños,
Elia
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domingo, 24 de febrero de 2008

Cuando el cuidado de nuestros padres no nos deja tiempo para nosotros

Pregunta:
Mi madre tiene ochenta y ocho años, esta totalmente discapacitada físicamente pero mentalmente bien. Mi hermano vive en otro país, soy soltera tengo sesenta y dos años y trabajo muchísimo para sostenerme yo y todos los gastos que origina el deterioro de mi madre. A ella la acaban de nombrar “La Reina del Geriátrico”, dado su espíritu positivo y alegre que comparte con todos.
Mientras tanto, yo vivo agobiada y triste porque mi vida en los dos últimos años se ha reducido a ir de casa al trabajo, de allí a visitar a mi madre, para luego regresar limpiar, cocinar y disponerme para el nuevo día.
El día que por alguna razón excepcional, no la he visitado, se angustió mucho, o se enojó por mi desatención. Ya no se qué hacer con tantos requerimientos. Tengo la impresión que entre las dos hacemos una. Ella se quedó con la alegría y yo con el agobio y la tristeza. Así no puedo seguir.

Respuesta:
Ante todo ten presente que es muy común que suceda, en la relación de madres añosas con hijas solteras. Realmente suele provocarse una fusión y o confusión arbitrariamente repartida.
Te sugiero que empieces hoy mismo la práctica de la separación. Simplemente porque no es bueno ser media persona. ¿Recuerdas esa vieja costumbre entre amantes de darse medias medallas? Luego nos sorprendían los divorcios…
Es tu responsabilidad recuperar la alegría, y disminuir el sufrimiento, por eso tu madre no está pudiendo ser responsable de sus propios dolores y tristezas.
Comienza a ponerlo en práctica, no hace falta que lo anuncies.
Tómate uno o dos días a la semana para hacer algo que te agrade, avísale a tu madre que lo harás y cuando se enoje, o te reproche, piensa que es responsabilidad de ella hacer algo con eso.
Si tu estás siempre haciéndote cargo de sus angustias y preocupaciones personales renunciando a tus necesidades, no le estás ayudando a ser responsable de sí misma para así poder un día morir en paz.

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