
El Alzheimer, no solo llegó para quedarse sino que las proyecciones muestran que en los próximos diez años no quedará nadie sin ser tocado por la enfermedad, ya sea por padecimiento directo o indirecto a través de un familiar.
Se lo llama la “enfermedad doble” ya que involucra tanto al paciente como al cónyuge, otros familiares e incluso a los cuidadores que suelen desarrollar depresión o trastornos de ansiedad. Los familiares lo primero que tienden a hacer, es esperar que el paciente entienda o acepte o recuerde. La película -como la enfermedad- es tan cruel y tierna como real. Sin embargo, nada de esto sucede, ni sucederá en la medida que la enfermedad avance.
¿Podemos acompañar el proceso sin deteriorarnos? ¿Es mejor alejarse y no volver a contactarlos? ¿Le “seguimos la corriente”, aunque en esto vaya todo nuestro dolor?

Transitar el desconcierto, la incertidumbre y aprender a ser resilientes será nuestra tarea.
Agradezco a esta película por darnos la oportunidad de pensar acerca de estas cuestiones antes que nos toque lidiar con ellas y así poder prepararnos. La película también nos permite reflexionar acerca de esa belleza intacta que nos muestran los personajes. Por ejemplo, Julie Christie a sus 66 años muestra un rostro hermoso y sin intervenciones quirúrgicas, con la sola marca del tiempo que pasó: su amor vivido, los desencuentros, la sabiduría que cada uno desarrolla a lo largo de una vida. Al verla me di cuenta que ya estaba olvidándome de lo que es un rostro pleno.
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